El emprendimiento es la actividad que se basa en el descubrimiento, evaluación y explotación de oportunidades, lo que implica innovación en productos y servicios, en procesos productivos, en estrategias y formas de organización (Shane y Venkataraman ,2000). De esta manera, los emprendedores al iniciar una actividad impulsan el crecimiento económico mediante la intermediación y la innovación.
El emprendimiento es clave para mejorar el empleo y las condiciones de vida de la población, ya que es considerado como un catalizador del crecimiento económico, de la creación de empleo y de la transferencia de conocimientos, dinamizando de esta forma la economía. Tanto es así que las economías latinoamericanas como las de la OCDE consideran las actividades emprendedoras como potenciadoras del estatus social. Asimismo, también favorecen la competencia dentro del mercado, generando incrementos de productividad y de transferencia tecnológica.
La participación de las mujeres emprendedoras en América Latina y el Caribe (ALC) presentan tasas de emprendedurismo femenino muy superiores al promedio de los países de la OCDE, la interpretación de estos resultados sugiere que las mujeres de ALC consideran al emprendimiento como una vía potencial y práctica hacia la independencia económica. En el caso de los países de la OCDE más del 10% de las mujeres son empresarias, mientras en Chile (29%), México (25%) y Colombia (45%) ostentan porcentajes mucho más elevadosa.
Hasta la década de los 70’s, las actividades empresariales que realizaba la mujer eran consideradas casi invisibles, debido a que su aporte a la economía era
mínima. Sin embargo en las últimas décadas, a nivel mundial se ha logrado grandes avances en la promoción de la equidad de género, y en el progreso sostenido en las reformas institucionales orientadas a lograr la equidad de género. A partir de los resultados del Índice Global de Brechas de Género del 2014, se puede observar que no hay país en el mundo que haya cerrado totalmente la brecha de género. No obstante, existen cinco países nórdicos que han logrado un avance importante, tales como, Islandia, Finlandia, Noruega, Suecia y Dinamarca en más del 80%b.
En 2012, alrededor de 126 millones de mujeres iniciaron sus propios negocios en más de 67 economías en el mundo (GEM 2012). Al punto que la mujer comenzó a desarrollar cada vez más nuevas actividades productivas con el afán de lograr su inserción en el mercado laboral y de contribuir de manera constante en el desarrollo de nuevos mercados. Como resultado de ello, la participación de la mujer en la fuerza laboral ha aumentado en forma sostenida y al mismo tiempo se ha ido acortando la brecha de género en el empleo, aunque aún sigue siendo considerable. Todavía persiste la poca flexibilidad laboral para las mujeres, pese a ello, las mujeres con frecuencia emprenden su propio negocio. Esta incursión en el empresariado otorga a la mujer mayor libertad para atender sus labores domésticas y de crianza, así como una oportunidad para insertarse en el mercado laboral y crecer.