El emprendimiento es tomado como un factor esencial para el crecimiento económico, mejorar la calidad de vida y sobre todo como una alternativa para combatir el desempleo (Gutama y Jiménez ,2019). De esta manera, los emprendedores al iniciar un negocio o actividad, fomentan el crecimiento económico y la innovación.
El emprendimiento es clave para mejorar el empleo y las condiciones de vida de la población ya que es considerado como un catalizador del crecimiento económico, de la creación de empleo y de la transferencia de conocimientos, dinamizando de esta forma la economía. Tanto es así que las economías latinoamericanas como las de la OCDE consideran a las actividades emprendedoras como potenciadoras del estatus social. Asimismo, también favorecen la competencia dentro del mercado, generando incrementos de productividad y de transferencia tecnológica.
La participación de las mujeres emprendedoras en América Latina y el Caribe (ALC) presentan tasas de emprendedurismo femenino muy superiores al promedio de los países de la OCDE, la interpretación de estos resultados sugiere que las mujeres de ALC consideran al emprendimiento como una vía potencial y práctica hacia la independencia económica.