Las micro, pequeñas y medianas empresas, conocidas como Mipyme, son concebidas como un universo de por sí heterogéneo, no sólo por las diferencias de tamaño, sino porque engloba los más variados rubros y actividades de la industria, comercio, servicios, producción primaria y la producción de alto valor agregado (López, y otros,
2014).
A pesar de la complejidad y heterogeneidad que compone las Mipyme, existe un denominador común en cuanto a dos factores centrales: el lugar de relevancia que ocupan en la economía de los países y la falta de visibilidad que esto tiene frente a las sociedades (Hernández, Cabeza, & Gutiérrez, 2022).
A nivel mundial, las Mipyme representan el 90% de todas las empresas, hasta el 70% de todos los puestos de trabajo y el 50% del Producto Bruto Interno (PBI) (Naciones Unidas, 2023). En América Latina constituyen el 98% del tejido empresarial y generan el 61% del empleo, pero debido a su baja productividad contribuyen con el 29% del PBI (Souza & Abreu, 2024).
Por su parte, en Perú, las Mipyme desempeñan un rol crucial dentro del desarrollo de la economía, debido a que conforman el 99,4% de la estructura empresarial, emplean al 89,4% de la población ocupada en el sector privado, contribuyen con el 12,6% de la recaudación fiscal por renta empresarial y generan el 5,8% del valor total exportado.